miércoles, 8 de enero de 2014

326

Entro en la habitación 326, allí encuentro a Alfa . Según mi parte,  paciente de 20 años con un osteosarcoma en la tibia.

La habitación está a oscuras, veo que todavía está durmiendo, así que me dirijo hacia la cama, le doy unos toques en el brazo hasta que veo que se despierta y enciendo la luz de la pared.
Le digo que tengo que hacerle una analítica , pero no me escucha.

veo como su primera reacción es girar la cabeza hacia la izquierda, dónde se encuentra una chica de su misma edad durmiendo en el incómodo sofá del acompañante. sonríe.  le acaricia su pelo ondulado y rubio y luego,  Alfa me mira , me da los buenos días y me da permiso para sacarle sangre y tomarle la tensión .

Esta historia os parecerá intrascendente,  pero hacía mucho tiempo que no veía tanto amor en una sola mirada.

Alfa me dio mucho que pensar, no solo por esto, si no por su día a día en el hospital.
recuerdo que, a  pesar de estar en pleno ciclo de quimioterapia, le veías estudiando durante casi toda la mañana, y suplicando a los médicos que le cambiaran de día la resonancia para poder hacer un examen y tener el día libre.
Eso es fuerza.

No os podéis ni imaginar las historias que hay detrás de cada puerta del hospital, la capacidad del ser humano de luchar y luchar contra la enfermedad.

Rotar por el servicio de oncología me ha hecho vivir historias diferentes, muchas de ellas desgraciadamente no acaban en final feliz, pero muchas otras acaban en sonrisas y en agradecimiento.

Espero que os haya gustado mi experiencia, un saludo.
Atenea.