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JULIO- 2014 / 13-JULIO-2014
1. Primer día, comienza el
viaje!
Tras unos días de nervios y maletas, por fin
llega el día del viaje a Portugal. Mis compañeras y yo nos encontramos, tras
una búsqueda entre callejuelas de Madrid, en el lugar dónde habíamos quedado
con el profesor encargado del coche que íbamos a utilizar para llegar a nuestro
destino. Una vez allí, comenzamos a meter las numerosas maletas en el coche (éramos
todo chicas, así que si, eran muchas y muy grandes) y nos disponemos a comenzar el viaje.
Después de muchas horas de coche, en las cuales sólo pudimos escuchar
música de Perales e Il Divo (los únicos discos que el coche del profesor tenía),
y sufrir por nuestra vida por la temeridad de conducción de este profesor, por fin
llegamos a nuestro destino. Primera parada, el orfanato.
Tras llamar a la puerta, nos atiende la madre
superiora, una monjita de santa Teresa
de Jesús, joven, no muy alta y de tez india, que nos da las llaves del piso
dónde nos podremos alojar durante el
voluntariado, tras una charla del horario del día siguiente medio en Portugués,
medio en inglés, nos despedimos de ella hasta el día siguiente.
Después de nuestra primera visita al
orfanato, nos dirigimos al piso para dejar las maletas y elegir habitación,
corriendo para elegir la mejor, mi
habitación tenía terraza propia, con eso lo digo todo.
Justo después de elegir habitación llegan mis
otras compañeras, las cuales habían venido en Bus, después de presentarnos, nos dirigimos a hacer
la compra, preparar la cena, las camas, y a dormir.
2. Conocemos a
los niños
Tras el día del viaje, toca madrugar, es el
gran día en el que conoceremos a los niños, y comenzará nuestro viaje de
verdad.
Por suerte, el piso estaba muy cerca del
orfanato, por lo que pudimos ir andando hasta allí.Tras llegar y llamar a la puerta, nos abre una voluntaria
que vive permanentemente allí, una mujer bajita, regordeta y con barbas, si ,
habéis leído bien, tenía barba.
Tras intentar comunicarnos en portugués con
ella, la voluntaria va a buscar a una Hermana, la cual nos atiende. Alta, delgada, y con un acento francés en su portugués
muy notable. Ella será la encargada de enseñarnos el orfanato y de “darnos “a
cada una un niño del cual seremos responsables durante nuestro voluntariado.
Después de las respectivas presentaciones,
las cuales decidimos que fueran en inglés, porque era imposible entender el portugués
con acento francés, la hermana nos enseñó cada rincón del edificio, entre todas las habitaciones, pudimos
asomarnos un segundo a una habitación en la cual vimos que se encontraban todos
los niños, tras vernos , se nos quedaron mirando con unas caritas que no se muy
bien como describirlas, entre expectación y tristeza¿? , finalmente nos
dirigimos a una sala bastante amplia, compuesta por varias sillas de tamaño
niño, con una mesa en el centro. En frente había una especie de mostrador lleno
de fotos de niños, y tras este mostrador se podía ver una estantería con muchos
juegos de mesa y un escritorio sobre la pared de la derecha.
La hermana , tras llegar a esta sala, nos
dijo que era el momento de la asignación de los niños, cada una de nosotras
tendría un niño/a del cual se encargaría de sus cuidados, de sus juegos , la
rehabilitación y logopedia, ya que, no se si lo he mencionado, todos los niños
poseían una gran discapacidad , que les
impedía ser independientes, y que requerían muchos cuidados.
La monjita nos dejó elegir al niño dándonos
solo el nombre y la foto del niño, yo elegí a una niña, en la foto parecía una
niña muy guapa, y no parecía que tuviera ningún problema , pero cuánto me
equivoqué.
Tras elegir al niño por la foto y el nombre,
la monjita se dispuso a explicarnos las características de cada niño, las enfermedades que tenían, el carácter, lo que les gustaba hacer a cada uno,
lo que podíamos hacer con ellos y lo que no.
En el caso de mi niña, la hermana me explicó
que tenía una enfermedad genética desconocida, era casi la única niña del
orfanato capaz de andar, por el contrario, era incapaz de hablar , me dijo que debería
tener cuidado puesto que todo se lo metía a la boca para morderlo, por lo que
debería de estar atenta de que no comiera nada que pudiera dañarla, así como
también me advirtió de que tiraba del pelo y de que la hora de comer , como
vería más tarde, era toda una aventura.
Tras la explicación de cada niño, en la cual
había muchos niños con hidrocefalia tras meningitis, autismo y parálisis
cerebral, nos dirigimos hacía la sala de juegos dónde los conocimos.
Entramos en la sala de manera cautelosa, y
miramos a nuestro alrededor, fijándonos en
cada par de ojos que se dirigían hacia nosotras, y, de repente, muchos de los niños nos
sonrieron, y de manera automática comenzaron a jugar con nosotras.
3. Mi niña
Es verdad que en realidad estuve con todos
los niños de una manera u otra, pero me gustaría contar como era mi niña, que
es con la que más estuve y la que más llevo en el corazón.
Mi niña se llamaba Joana, como ya he dicho
antes, tenía una enfermedad genética
causada por la ingesta excesiva de alcohol por parte de los progenitores
durante el embarazo.
Mi niña era muy especial, no hablaba, y
cuando te acercabas a ella lo único que conseguías era que te pellizcara o te
mordiera, creo que en los 10 días que estuve con ella he tenido más moratones
en mi cuerpo que en toda mi vida.
Ninguna de mis compañeras se querían acercar
a ella por esto, además de por sus famosos tirones de pelo capaces de
arrancarte media melena de un tirón.
La hora de la comida los primeros días eran
desesperantes, cucharada que era capaz de meterle a la boca, cucharada que me
escupía a la cara, iba a camiseta por comida.
Los paseos y excursiones con los otros niños
eran imposibles, ya que no podía acercarse a los otros niños puesto que les
mordía y les pellizcaba, por lo que me tenía que ir con ella separada un poco
del grupo .
A medida que fueron pasando los días, iba
encontrando diferentes maneras de hacerme con ella, descubrí que si le daba de comer por detrás de ella en vez de en frente , ya no
escupía, descubrí que la fruta y la verdura no le gustaban, en cambio, las
patatas fritas, las salchichas y los flanes eran su pasión, descubrí cómo hacer
para que no metiera las manos en el plato tirándolo todo por los aires, y
descubrí que le encantaba la música , me pasaba el día entero cantándole
canciones infantiles, le teníais que ver la cara de felicidad, como gritaba de
la emoción cada vez que le cantaba una canción y cómo a través de las manos con
un gesto sabía que quería otra más, cómo hacía con la boca para pedirme agua y
que le cantaba el mar, y las duchas .
La verdad, quedé prendida de esta niña,
aprendí a tener mucha paciencia con ella, y creo que ya ni sentía sus pellizcos
, me dio muchísima pena el último día despedirme de ella, era mi niña, mi niña
a la que habían abandonado y pocas personas sabían cómo tratar con ella, entre
ellas la monjita con acento francés.
4. la rutina
Empezábamos el día yendo al orfanato a las 9,
para jugar con ellos, hacer los ejercicios con los diferentes especialistas, contarles
cuentos… hasta las 11 de la mañana, a esta hora, los preparábamos para comer (
si, comían muy pronto), tras mi lucha diaria para que comiera mi niña, les
limpiábamos, les cambiábamos el pañal, les poníamos el pijama y les acostábamos
en la cama. Tras esto, nosotras nos íbamos a comer y a disfrutar de una fugaz
siesta, ya que a las 2 y media teníamos que estar de vuelta para dar de
merendar a los niños que ya se habían despertado, ir al cole a por los niños de
la guarde y más tarde hacer la actividad
de la tarde con ellos. Fuimos un par de días a la playa, un gran reto para
nosotras las voluntarias y para los niños ,una gran aventura, ya que estaba a media hora andando, teníamos que ponerles a todos el bañador,
cargar con todas las sillas de ruedas, crema solar, botellas de agua, y una vez allí, hacer turnos para no dejar las
toallas solas con los niños que no se bañaban en ese momento, con las
voluntarias que estábamos con los niños en el agua, ya que muchos de ellos no
se mantienen en pie por si mismos, pero les encantaba el agua, así que nos
tocaba cargar con ellos para que pudieran disfrutar del mar, mi niña , por
ejemplo, había que tener cuidado con la arena, puesto que si la dejabas se la
comía a puñados.
Otras de las actividades era ir al parque,
estilo el Retiro pero en pequeño, que también estaba bastante lejos, o a la
piscina, puesto que las monjitas tenían en el orfanato una pequeña piscina
redonda , la cual llenaban de bolas de plástico y agua y metíamos a los niños
allí para que se bañaran y jugaran, de verdad, ver a una monja metida en una
piscina con el hábito puesto jugando con un niño es una de las cosas más extrañas y bonitas que he visto en esta
experiencia, teníais que ver el amor que le tenían los niños a las monjas, y el
cariño con el que trataban las monjas a los niños, se notaba que les gustaba lo
que hacían de verdad.
Después de la actividad de la tarde,
volvíamos al orfanato, los bañábamos, les poníamos el pijama y les dábamos de
cenar, luego jugábamos un poco con ellos y más tarde nos despedíamos de ellos
hasta el día siguiente.
5. el último
día
El último día fue muy especial, después de
pasarlo como otro día cualquiera, a última hora todos los voluntarios que viven
allí, las monjitas, y todos los niños, comenzaron a cantarnos dándonos las
gracias por haber estado allí y por haberles ayudado tanto , nos incluyeron
dentro de su familia. Nos hicieron una tarta preciosa adornada con corazones.
Lloramos muchísimo, primero por la emoción
del momento, no nos esperábamos esa despedida ni muchísimo menos, y segundo porque no nos queríamos ir , no nos
habíamos ido y ya les echábamos de menos
a todos. Hubo abrazos, besos, lloros, despedidas.
Durante estos días, uno de los niños se cayó
al suelo y comenzó a llorar, de esto que me acerqué a él y le canté la famosa canción
que a todos alguna vez nos han cantado, el “ sana , sana culito de rana” ,
bueno, pues el último día, cuando estábamos todas llorando, este niño me llamó
, y empezó a cantarme la canción.
Tras esta entrada tan larga, que espero no os haya resultado muy pesada, he intentado
transmitir mi experiencia de voluntariado en Setubal, y espero poder volver a
hacer algo parecido el año que viene, porque de verdad, la experiencia te
cambia la vida, aprecias lo que tienes y te das cuenta de lo que de verdad
importa, que no necesitamos todo para ser feliz y muchas veces, dar significa recibir.
Un saludo, Atenea.
PD: no adjunto ninguna foto de los niños por
respeto a ellos y a las monjitas, me hubiera encantado que los conocierais, lo
siento, tendréis que conformaros con mis malas descripciones.